El Extraño Flujo de la Mariposa Monarca

Hace algunos años conocí a Rocío Villalonga en una inauguración de su instalación en la galería Alba Cabrera. Hoy me ha venido la mente aquella exposición ya que su temática era la inmigración y todas las duras emociones que hay respecto a ella. En los últimos años hemos tenido varios movimientos migratorios masivos que han producido que se repita una y otra vez la misma historia y hoy con la desgraciada situación política de Afganistán, vuelve a suceder de nuevo. Por todo esto, he querido volver a publicar la reseña de esta exposición de nuevo en este blog ya que, ya no está publicada en el sitio web original, porque la persona propietaria ha eliminado contenido y me ha parecido adecuado hacer justicia a una reseña que por respeto a la artista a la que se refiere, debería seguir publicada, pero sobre todo, porque es la historia interminable de la inmigración que no acaba jamás.

Esta es una breve reseña a la exposición de Rocío Villalonga en la Galería Alba Cabrera de Valencia y comisariada por José Luis Pérez Pont. Realizamos un breve repaso por las piezas expuestas reivindicando la denuncia a la violación de los derechos humanos en ciertas circunstancias de necesidad como lo son las emigraciones masivas de personas desde su país de origen en busca de un futuro mejor para sí o incluso para sus seres queridos también. Se propone que el espectador, no solo se sensibilice sino que también reflexione acerca de la situación en la que hoy en día millones de personas se encuentran ante el rechazo de ser extranjeros en otro país, teniendo en cuenta que para muchos de nuestros emigrantes nacionales, la circunstancia podría ser similar en estos momentos.

«Toda persona tiene todos los derechos y libertades sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.» (Artículo 2. Declaración Universal de Derechos Humanos)

Así comenzamos haciendo referencia a las piezas de Rocío Villalonga expuestas en la Galería Alba Cabrera de Valencia, con una cita de uno de los artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos – texto utilizado por la artista en diversas ocasiones como veremos – al igual que con sus obras denuncia el maltrato proporcionado a algunas personas como lo son las que emigran de un país a otro sin recursos y con la esperanza de encontrar un futuro mejor. La exposición comienza desde la entrada con el texto del comisario, que haciendo referencia a una especie de insecto: la mariposa monarca, realiza una comparación entre el largo trayecto que abarca – ya que llega a hacer trayectos a través del Atlántico, se reproduce en el camino y quien llega a su destino es su descendiente y no la mariposa que empezó la migración – y el arduo y largo camino por el que tienen que pasar las personas que emigran desde su hogar, alegando también la transformación que ello comporta

La colección de piezas mostradas incluye en primer lugar una instalación con el nombre de Otredad en la que visualizamos multitud de rostros de rasgos muy diferentes, algunos incluso fragmentados en placas de pladur irregulares amontonados en el suelo y clavados en la pared. Nos miran frontalmente, algunos sonríen otros no. Representan a la persona singular y el concepto de inmigrante en general, se personaliza a través del rostro, la mirada y la expresión a la persona con sus propios aportes emocionales pero también nos muestran a la masa de emigrantes, aquellos a los que solemos mirar en global sin detenernos a observar localmente. Que lo que vemos en la instalación sean transferencias, resalta la cuestión de que nuestra visión acerca de esos seres humanos es parcial, difuminada y fragmentada como las placas de yeso, siendo esto una reflexión acerca de la mediatización de la sociedad a través de las múltiples vías de comunicación a las que está acostumbrada y que en lugar de sensibilizar simplemente son un filtro más a través del cual mirar. Asimismo, también se pone de relieve el concepto de alteridad, lo extraño (extranjero en este caso) que rechazamos de entrada, sin razón alguna.

Un mensaje similar nos aportan las fotografías siguientes: cuyo nombre es En el nombre de Dios I-IV; el mismo título de las fotografías está especificado en la propia obra en diferentes idiomas: hebreo, árabe, inglés y arameo. Están realizadas en técnica mixta y se nos presentan con un filtro de papel vegetal que recubre los rostros de las personas que sabemos que son inmigrantes pero que no conocemos más allá de esta etiqueta. El papel representa todos aquellos rasgos que impiden el paso a la masa de seres humanos que buscan una alternativa para sus vidas y a la vez hace la función de dejarnos ver a las personas sólo a través de un filtro que nos condiciona sobre lo que debemos creer o no acerca de ellos. Nosotros nunca llegamos a conocer sus historias y ellos jamás llegan a sentir que tengan un hogar: es una situación de profundo desarraigo.

Los testimonios de las tres video-creaciones que enfrentan estas fotografías en la exposición intercalan fragmentos de la ley de derechos humanos y singularizan en tres personas diferentes las vivencias de alguien obligado a abandonar todo aquello que formaba parte de su vida. Estas piezas se llaman Voces en Silencio. Es posible enterarse de cada uno de los testimonios por separado, pero al mismo tiempo se crea la sensación de confusión ya que también se oyen los tres a la vez, de esta manera se nos muestra que son personas a las que no se les llega a escuchar realmente, sino que sus historias pasan desapercibidas como un sonido de fondo.

Las Memorias en fuga I-IV nos pretenden poner en situación mostrándonos imágenes mentales de lo que le sucede a una persona cuando emigra porque se ve abocado a ello. Son borrones de memoria que nos muestran retazos de ciudades, edificios, puentes, personas, todos ellos desenfocados, creando sensación de velocidad equiparándolo a un pensamiento fugaz, un recuerdo y transmitiéndonos una cierta sensación de melancolía, añoranza y la percepción de estar constantemente desubicado.

A estas fotografías les sucede el fragmento de la Declaración de Derechos Humanos que hemos citado anteriormente y finalmente una video-creación que nos muestra escenas sin cohesión de escenas de ciudad –músicos callejeros, viandantes, tráfico-proporcionando una imagen desenfocada y sobreimpresiones que fomentan esta sensación de recuerdo, memoria y desubicación, formando un conjunto con las cuatro piezas anteriores. Sin embargo, el conjunto de la exposición es lo que realmente le da sentido, nos muestra un mensaje global muy bien cohesionado y definido por los distintos matices que nos aportan las piezas, como los diversos lados de un prisma.

Al final nos damos cuenta de que esas personas a las que miramos o bien a través de los medios de comunicación, o bien a través de nuestros propios prejuicios, son seres humanos que sienten y sufren como todos nosotros, personas a las que su situación las sitúa ante un camino complicado y lleno de trabas en el que, como bien ha definido José Luis Pérez Pont, “los derechos humanos no son más que tinta seca sobre papel.”

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