Arte, dinero y poder: los claroscuros del mercado artístico

Con frecuencia, conozco a personas que se preguntan lo mismo acerca del arte contemporáneo: ¿qué es lo que marca la diferencia entre una pieza cotizada en el mercado y otra que no lo es?, ¿es el arte contemporáneo que vemos en algunas galerías arte de verdad?, ¿que es lo que lleva a la fama a un artista?, ¿esas obras de arte que son tan extrañas para nuestros ojos tienen un objetivo o su ejecución es aleatoria?

Evidentemente, estas cuestiones en ocasiones no se efectúan de una forma tan cordial ni tampoco de una forma tan respetuosa sencillamente porque hay un porcentaje de la población que no comprende la totalidad de lo que se denomina como arte contemporáneo, ni tampoco entiende la relación que tiene con ese espacio llamado mercado del arte. Es bastante común que el marginado arte contemporáneo sea, desde finales del siglo XVIII muy criticado y poco entendido.

Doy la razón a todos aquellos que dirían que no es fácil entender el arte algunas veces o tal vez muchas, pero también se la tengo que dar a todos aquellos que dirían que para las personas con parámetros de comprensión más clásicos, es decir lo que se considera arte figurativo, aplicando la técnica de la perspectiva renacentista y con un marcado gusto por el dibujo, puede llegar a ser más difícil entenderlo ya que los procesos de muchas estas ejecuciones evidentemente no se pueden encuadrar dentro de estas normas.

Sea como sea, he decidido dedicar un espacio de este blog a tratar esta cuestión, aunque debo advertir que mis conclusiones pueden no satisfacer a algunas personas, porque para el ideal clásico, el arte es un concepto que está ligado a la belleza y a la pureza, el arte dentro de una concepción clásica es un objeto inmaculado y al margen de la política y el capitalismo… nada mas lejos de la verdad.

Dejando a un lado las etiquetas de lo que es contemporáneo, moderno, actual, impresionista, expresionista, surrealista, pop, constructivista, abstracto, conceptual, etc., y teniendo en cuenta que históricamente desde la Revolución Francesa hasta hoy, no se ha cambiado de época, seguiré llamando en este texto arte contemporáneo al arte que se efectúa en nuestra Edad Contemporánea que hasta hoy dura 231 años… la era más joven de todas; hasta la Edad Moderna tuvo una duración de tres siglos y si se retrocede hasta su predecesora, se sabe que fueron once siglos; de modo que por lo pronto, en mi caso no tengo ninguna prisa por cambiar de época.

En primer lugar, es necesario entender que el arte contemporáneo implica no solo un cambio en el estilo de los artistas, sino que está «etiqueta» también representa en parte, la emancipación de los artistas de la tradicional Academia del siglo XVIII. El cambio en el estilo artístico, es fruto del cambio en la economía y en la estructura del consumo del arte, es consecuencia de artistas que siendo genios se veían limitados por unas directrices y unos parámetros estrictos.

Estos artistas eran censurados cuando realizaban alguna obra que rompía totalmente o bien con el estilo, o bien con la temática, o bien con la composición o bien con el procedimiento (como la censura hacia la fotografía). Respecto a esto, solamente hay que remitirse al famoso Salón de los Rechazados de París. Así pues, se puede afirmar que el arte contemporáneo es fruto de un cambio no solo en la forma de ver el arte, sino que también es un cambio social, químico y mecánico (por la evolución de los distintos procedimientos), político y económico.

Entonces tal vez se pregunten si el arte no debería mantenerse al margen de la política; bien, pues siento darles esta noticia, el arte jamás se ha mantenido al margen de la política, nunca lo ha hecho y nunca lo hará, exactamente igual que otras disciplinas. Ha estado ligado a los monarcas, emperadores y distintos rangos de poder dentro de la nobleza, la aristocracia y la burguesía posteriormente, ha estado ligado a distintas confesiones religiosas y en esta maravillosa Edad Contemporánea, el arte ha sufrido muchas más modificaciones debido a la rapidez de los cambios políticos de nuestra era y se ha convertido en un vehículo de comunicación para absolutamente todo.

¿Considerarían arte a la publicidad? ¿Recuerdan ese movimiento llamado cartelismo ruso?. En un momento como este recuerdo el comentario de un profesor de arte medieval, que amedrentó ciertos resoplidos de indignación diciendo «el arte ha estado en Occidente ligado a la Iglesia durante muchísimos siglos, así que a quien no le guste esta realidad puede salir de clase.»

La política no lo es todo sin embargo, y el concepto de arte, que a lo lago de la historia es objeto de muchas discusiones sobre lo que significa, en época contemporánea empieza a mercantilizarse gracias a un fenómeno llamado capitalismo. Es decir, el arte se convierte en un nuevo vehículo financiero en el sistema, no solo para ganar dinero sino también para tener influencia; porque desde luego el mercado del arte está ligado a la cultura de la celebridad. Así, tal y como expresa Isabelle Graw, el arte es una mercancía, pero es una mercancía especial; entonces puede que se pregunten si no tendría que ser al menos bello.

Para no entretenerme en una disertación sin fin sobre el concepto de belleza y la teoría de la estética, a modo de resumen comentaré que el concepto de belleza como algo simétrico, ideal y perfecto está ligado sobre todo al arte del Renacimiento y al arte neoclásico, sin embargo, si se tienen en cuenta otras tendencias artísticas, se puede observar que el concepto de lo que se puede creer como bello ha mutado muchísimo a lo largo de la historia. Con esto, puedo remontarme a la falta de simetría y de perspectiva en el arte románico, por ejemplo.

Así pues, el arte no tiene por qué ser bello, tal y como se entendía en el siglo XVI, y puede seguir siendo arte, por ello, cuando se conoce el valor de las piezas, no solamente se contempla un precio, sino que ese precio incluye un valor simbólico justificado en una disciplina llamada historia del arte.

Damien Hirst, Tracey Emin o Jeff Koons pueden no gustarnos, se puede discutir que lo que hagan sea arte o no, pero desde luego, hay dos premisas claras respecto a ellos: no es posible encuadrarlos en los parámetros clásicos de ejecución del arte y son personas que han creado en torno a ellos un aura de celebridad, conocimiento e incorruptibilidad, que cierta o no, mueve millones.

Por todo esto, me atrevo a afirmar que el concepto de arte dentro del mercado está ligado a la clase, a la influencia y a la eternidad. Una de las ideas que venden es el hecho de que las obras que compramos pueden sobrevivirnos porque están cargadas del concepto de durabilidad ligado a la garantía de que el arte está encuadrado dentro del ámbito del conocimiento y aún cuando hablamos de una pieza cuyos materiales son prescindibles, se pueden encontrar fotografías, grabaciones, las directrices del artista escritas en un cuaderno y los benditos certificados.

En conclusión, lo que hace que las piezas de ciertos artistas contemporáneos se coticen por millones no son las piezas en sí, sino toda la historia creada respecto a ellas, toda la ejecución teatral que las envuelve, la vida y la fama del artista y el concepto abstracto de que el arte y ser propietarios una pieza artística nos acerca a ese ideal de durabilidad que solo el arte puede poseer.

Nosotros moriremos, pero la idea de eternidad ligada al arte perdurará, siempre.

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Huang Simao. Edge of Reason Series 2 no. 21

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